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miércoles, julio 3, 2024
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Y Feijóo caerá, también deslumbrado por Sánchez

Paseo por Internet y no consigo encontrar ninguno de esos relojes marca «Damocles» que van descontando el tiempo que falta para que ocurra algo importante, en este caso la fecha tope del 30 de junio que Sánchez le acaba de colocar en la frente a Feijoo para renovar el Consejo General del Poder Judicial según la ley, es un decir, porque pronto se cumplirán seis años desde que finalizaron los cinco de mandato que ordena el 122.3 de una Constitución que después, como tantas veces, tergiversaron con una ley inferior,  la Orgánica del Poder Judicial, al colar la posibilidad de la prórroga, algo que expertos como Javier Pérez Royo consideran una “monstruosidad inexplicable en términos constitucionales” y que es “lo primero que habría que corregir de cara al futuro”.

Abro paréntesis para preguntarme si recuerdo el momento en el que desaparecieron los debates sobre si el PP había ganado las europeas, si el PSOE las había perdido, o si era al revés y, exacto, fue a partir del instante en el que Sánchez le dio el ultimátum a Feijoo. ¿Cabe alguna duda sobre quien ha salido de las urnas más seguro en sí mismo que antes?

Regreso al reloj virtual del de la Espada más nombrada para proponer que incluya también las noticias que van apareciendo relacionadas con el plazo anunciado por Sánchez. Por ejemplo, la reacción inmediata del PP, de nuevo inútil, volviendo a proponer la mediación de la Comisión Europea para un asunto tan español y solo español como lo es la renovación del CGPJ, una intervención exterior que ya fracasó antes del 9 de junio.

Pero esto no va de jueces que deciden como si también fueran “partes”, casi siempre la misma, sino de un Feijóo que, aunque no sé atrevió en la primera ocasion que tuvo, ha terminado cometiendo el error de cruzar sus pasos con los de un triunfador inevitable llamado Sánchez. Por tanto, merece la pena revisar algunos de los hechos que nos han traído hasta un presente que nadie habría podido imaginar, pero los políticos sí están obligados a recordar su pasado y el de sus adversarios.

Por ejemplo, Feijoo no quiso liderar el PP en 2018. Fue en el congreso que a toda prisa organizaron para llenar el vacío de liderazgo tras la derrota de Rajoy en la moción de censura. Don Mariano se acababa de convertir en una de las primeras víctimas de Sánchez ajenas al PSOE, aunque lo único que hizo Pedro fue rematarlo, pues desde el 3/10/2017 renqueaba herido de muerte por un Felipe VI que, aunque saliera por la tele disfrazado de civil, estaba cumpliendo más que nunca la función de MASUFA que le reserva el 62.h de la Constitución.

El caso es que Feijoo se negó a competir por la presidencia pepera, aunque hubiera ganado por aclamación. Hoy, nadie con dos dedos de frente puede pensar que no quiso porque sabía que en abril de 2022 conquistaría Génova 13 (una sede que estaba en venta) gracias a que en 2020 el mundo entero estaría luchando para sobrevivir a la pandemia y que los negocios sanitarios pero sucios del hermano de Ayuso serían la tumba de un tal Pablo Casado.

En cambio, lo que no podía desconocer Feijoo en 2018 era que el mismo Sánchez al que hubiera tenido que enfrentarse venía de derrotar a varios barones del PSOE, aliados con quienes aún seguían a Felipe González y que contaban con el apoyo impagable del Grupo PRISA (que qué mal perdedor nos ha salido Cebrián). Si, los mismos que meses antes lo habían sacado de Ferraz al negarle la posibilidad de negociar con cualquiera que no se llamara Rajoy o Rivera tras las elecciones del 20D de 2015, aquellas que por primera vez rompieron el bipartidismo PSOE/PP que durante tantos años sirvió para asegurar felicidad corrupta y casi impune a ambos partidos.

Terminaré con tres reflexiones breves y una pregunta.

Primera. Creo que el Sánchez de 2024 ha descubierto muchas más verdades decepcionantes de la política española de las que se imaginaba cuando en 2014 conquistó por primera vez el liderazgo del PSOE. A partir de ahí, lo que hace cada vez es buscar los apoyos que necesita en el Congreso para seguir gobernando porque, aunque los votos de los españoles no valgan lo mismo en las urnas, una vez que se han tergiversado según la LOREG para repartir el poder parlamentario, un escaño sí vale lo mismo que otro escaño.

Segunda. Pensando en Susana Díaz, Pablo Iglesias y Albert Rivera, por citar solo tres de los que han sufrido «accidentes» fatales tras ser deslumbrados por Sánchez, concluyo que el hoy presidente yerra como cualquiera, pero consigue que los errores que cometen sus adversarios sean mayores e irreparables. Quizás en esto consiste su suerte.

Tercera. Recordando otros periodos inestables de la historia, no me cabe la menor duda de que entre la manera en que Felipe González consiguió el poder en 1982, gracias a la dimisión de Suárez forzada por las intrigas de Juan Carlos I con militares amigos y franquistas que desembocaron en el 23F, o la de querer seguir gobernando con la mentira más cruel tras los atentados del 11M, como hizo el PP de Aznar en 2004, prefiero mil veces a Sánchez y sus pactos con otros grupos parlamentarios.

Muchas líneas rojas tendría que atreverse a levantar el PP contra las ultraderechas, incluidas las rupturas en CC.AA. y ayuntamientos importantes, para que Feijóo pueda sobrevivir, y no creo que esto ocurra. 

Por tanto, la pregunta inevitable solo puede referirse al nombre y el título del siguiente personaje condenado a perder contra Sánchez.

Se trata de alguien que me hace pensar que organiza su agenda con demasiada autonomía y que cada vez que coincide con el presidente del Gobierno da la sensación de que prefiere mirar hacia otro lado.

Pero aún es pronto para insinuar su nombre y su condición.

Domingo Sanz

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